Una casita para el playazo del sábado

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Lo sé no está en una playa, pero está rodeada por arena, y blanca. Deja que tu imaginación le coloque el billón de litros de agua que le faltan a la arena y dibuja cuán perfecta pudiese verse en cualquiera de las costas en Venezuela. Una casa con un volumen horizontal y de materiales crudos. Así se nos presenta y poco a poco desvela su verdadero ser, la intención hacia quien la habita. La casa poco a poco nos hablará.

Una vista directa al corazón

Se puede apreciar la arquitectura sin ser arquitecto, se puede apreciar sólo al sentir algo al verla, sea rechazo o admiración. Esta pieza con alargada armonía nos canta una melodía donde los cristales nos dan la libertad de ver hasta donde queramos y a su vez las paredes nos restringen hacia el frente, como una sala de teatro, listos estaríamos sentados dentro de ella para que comience la función.

Un sólo ojo

El plano trasero de la casa nos muestra una indiferencia completa hacia lo que acá atrás se esconde. Pero nos deja tomar un vistazo a través de un pequeño espacio, casi como una grieta en una muralla, la casa nos quita y da el permiso de lo que podemos y no ver en el exterior. Es dominante y nos lo demuestra también en su pesada anatomía. Un centinela de concreto y vidrio que toma una siesta en medio de la nada.

Retro futurismo

La selección restringida de colores, y la casi inexistente excentricidad en el diseño, nos dan a entender una apreciación por la atemporalidad de las cosas. Pudo bien estar en cualquier lugar del mundo en los 70, tan válidamente como lo está en la segunda década de este milenio.

Una vez acá adentro, podemos apreciar también la intención del techo que sale como una pestaña por sobre los cristales. Este hace las veces de techo contra los elemento y contra la luz directa, y para atenuar el impacto de la posible falta de luz están las paredes pintadas de blanco. Se pensó antes de darle existencia, y es obvio.

Un cafecito en la cocina

Soy seguro uno de los pocos que mientras lee Homify no se toma un café. Pero de estar dentro de la cocina lo haría. Ésta es tan limpia como la casa, sin importar cuanto y que se cocine, será difícil que luzca sucia. Un espacio con una conceptualización tan pura, raramente nos permite desorganizarle sin regañarnos silenciosamente.  Las vistas de nuevo parecen parte de un mural en una de las paredes. Sino fuese por el perrito que seguro sigue corriendo allá afuera seguramente sería duro no pensar que es un mural.

Una lucha ganada por el interior

La casa obviamente restringe a quien está dentro de ella a vivir casi de la forma en la que ésta lo dicta. Y ésta foto es un perfecto ejemplo de ello. En el mismo lugar donde debería estar alimentándose la pared de cristal de la habitación con vistas al infinito, encontramos una muralla de concreto. La casa de nuevo nos impone una vista, o mejor dicho, en este caso la restringe completamente. Sólo nos regala un respiro y una estrecha vista al cielo. Juega con la sensación de libertad y encierro dentro de su horizontalidad. Un thriller psicológico.

¿Te mudarías a ésta casa?

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