El vértigo de la vida en ciudad parece disonante a la tranquilidad de un área verde, de un jardín o una superficie con pasto fresco. Y la polución, el smog y el ruido ambiente tampoco ayudan a la causa.
Crear un micro pulmón natural en el patio de una casa se ve, a lo lejos, como una odisea griega, o un sueño irrealisable y tedioso. El estudio Garden Trotter, un grupo de paisajistas con sede en París, se propuso replantear el patio de una casa (un rectángulo perfecto de pasto, rodeado por murallas y un piso entablado), para convertirlo en un rincón verde, personal y customizado: en un trozo de parque al servicio de tu hogar. Acá el paso a paso de cómo lo lograron
Muchas casas poseen este tipo de patio, y muchas veces su destino es el destrozo cuando un par de niños futboleros reparan en que sirve como una perfecta cancha de fútbol a escala. También este tipo de patios llaman y a veces promueven el descuido: regarlos y mantenerlos en condiciones presentables requiere paciencia y atención, trabajo de jardinería, pero también esconden un misterio: de ellos puede surgir un espacio inimaginado, un espacio que no vemos y que siempre estuvo ahí.
Aquí el dibujo y la matriz. Desde ya se aprecian cambios fundamentales. Lo primero que resalta es el árbol, que se erige en una esquina al borde del pasto, y una superficie de cubierta elevada y en diagonal, donde dos sillas invitan a la paz de respirar simplemente oxígeno.
Desde la perspectiva cenital que entrega el plano se aprecia una distribución coherente de los elementos: por un lado las sillas de descanso, un comedor (con una sutil tela que lo cubre), un living al aire libre, y mucho pasto disponible para el libre albedrío de niños o invitados. Al borde del living, paneles con plantas decoran la muralla y un deck como solución a un piso de sobre poner.
Este es el resultado del trabajo. Desde donde no había nada (ninguna intención), emerge una zona confort: un living al aire libre para ver de reojo el paisaje de macetas, que a su vez aporta con distintas flores y texturas. Sin duda un jardín sobrio.
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Se pudo haber cubierto todo con maceteros, plantas exóticas, con muchas flores, y entregar una falsa sensación de abundancia. En cambio, aquí plantas desde distintos niveles de altura van creciendo y entrelazándose, agregando espontaneidad a la escena.
Donde antes lucían dos sillas de sol, ahora la misma superficie sirve para aislar un comedor con una pequeña mesa; perfecto para un almuerzo dominguero. En medio de las dos áreas destacadas, el pasto se deja ver tierno. Las distintas zonas dialogan y establecen el orden de un lugar donde nada está al azar.
Un detalle importante fue la elección de estos tres pinos que miran hacia la mesa y las sillas. El muro blanco ayuda a resaltarlos sin saturaciones en un rincón especial del jardín, donde el tránsito debe ser expedito y donde el tono ya no es de regocijo.
Flores lilas y pastizales perfectamente calculados adornan en perspectiva este living al aire libre que el equipo de paisajistas montó. La imagen sirve para cerrar con broche de oro un trabajo óptimo, en el que los detalles, los colores y los espacios limpios nos demostraron que un patio también puede convertirse en un jardín de primera.